Vistas de página en total

17.3.12

Una mirada al cuerpo




Je ne sais pas c´qui m´quoi.
El cuerpo

Dentro
Son muchos los pintores que han reproducido el cuerpo humano, aunque ese cuerpo siempre era el de otro. Réquichot sólo pinta su propio cuerpo: y no ese cuerpo exterior que el pintor copia mirándose a través, sino un cuerpo por dentro; su interior sale fuera, pero ya es otro cuerpo, cuyo ectoplasma, violento, aparece con brusquedad gracias al enfrentamiento de dos colores: el blanco de la tela y el negro de los ojos cerrados. Una revulsión generalizada sobrecoge entonces al pintor; revulsión que no saca a la luz vísceras ni músculos, sino tan sólo una maquinaria de movimientos repulsivos y gozosos; es el momento en que la mataria (el material) se absorbe, se abstrae en la vibración, empastada o hiperaguda: la pintura (aún empleamos este término para toda clase de tratamientos) se convierte en un ruido ("El extremo agudo del ruido es una forma de sadismo"). Este exceso de materialidad es lo que Réquichot denomina lo meta-mental. Lo meta-mental es lo que niega la oposición teológica entre cuerpo y alma: es el cuerpo sin oposición y, por tanto, privado, por así decirlo, de sentido; el dentro resulta una bofetada asestada a lo íntimo.
A partir de ahí, la representación sufre un trastorno, y también la gramática: el verbo "pintar" alcanza una curiosa ambigüedad: su objeto (lo pintado) tan pronto es lo mirado (el modelo) como lo recubierto (la tela): Réquichot no tiene preferencias en cuanto a objeto: se interroga a la vez que se altera: se pinta a la manera de Rembrandt y a la manera de un piel roja. El pintor es, a la vez, un artista (que representa algo) y un salvaje (que pintarrajea y escarifica su cuerpo).


Roland Barthes
Lo obvio y lo obtuso. Réquichot y su cuerpo

No hay comentarios:

Publicar un comentario